Por Santiago Vera Bustamante
Corría el año 1955 en nuestra capital, y un joven escritor avecindado en las cercanías de la Plaza Chacabuco llamado Ramón Lira Lira, daba cuenta en su obra “Los viejos tranvías se van”, sobre los fuertes aires reformistas y modernizadores que corrían en Santiago, los que no lograban conjugarse con ciertos aspectos pretéritos de la ciudad, especialmente con los antiguos tranvías que para ese entonces, aún lograban con mucha dificultad circular por algunas calles.
Estos aires modernizadores que hace presente Lira, se encuentran reseñados en el libro “El Estado sobre ruedas” (Simón Castillo, Marcelo Mardones y Waldo Vila), obra que trata sobre el transporte público y la ciudad, en especial, sobre la creación de la Empresa Nacional de Transportes el año 1946, transformada posteriormente en -la también desaparecida- Empresa de Transportes Colectivos del Estado (ETCE o ETC del E). Así, el contexto del libro “Los viejos tranvías se van”, está dado por la decisión de la empresa estatal de privilegiar a partir de 1947, la adquisición de nuevos autobuses y trolebuses para reemplazar a los viejos tranvías, planes que por diversas cuestiones se retrasarían en una lenta agonía que sólo terminaría a fines de la década del 50.
Desde la óptica de un ciudadano común y corriente y ex empleado de la estatal, para Lira resultaba evidente que estos viejos carros que circulaban desde el año 1900, terminarían desapareciendo de la ciudad en algún momento cercano, y ello lo motivó imperiosamente a reunir una infinidad de historias, relatos, anécdotas asociadas a su existencia, hasta que sin darse cuenta logró que ellas tomaran la forma de un libro que a la postre sería el único testimonio de lo que él llama “un entero capítulo de la historia de la capital”.
Sin aires de grandeza, Lira explica al lector sus motivaciones para dedicar su escritura a un medio de transporte que, a la época de su obra, a nadie importaba, explicando que su objetivo era simplemente dejar constancia de las innumerables facetas y matices que en insospechada forma destellaban esos modestos, humildes carros de sangre y silenciosos tranvías, vehículos estos que antes que entren en la triste y sombría penumbra del olvido, el autor, audaz y temerario de esta Antología-Remembranzas, ha querido modestamente testimoniarles y hacerles presentes, como un cálido homenaje, porque alguien tenía que haberlo hecho, un homenaje de recordación, lealtad, gratitud y sincero y mudo cariño, a tan recordados tranvías eléctricos santiaguinos, que más de alguna vez tuvieron ellos que ver simbólicamente con un pequeño jirón de nuestra vida.
Más allá de lo estrictamente literario, desde el punto de vista histórico, la obra de Lira es la única de su época que recoge la historia viva del tranvía en la ciudad, y radica allí probablemente su gran valor para la posteridad. El recordado periodista “Filebo”, gran amigo de Lira, escribía el año 1998 en una carta enviada a las Últimas Noticias, que al tiempo de su edición los tranvías, todavía presentes en muchas calles de Santiago, constituían hasta cierto punto una anécdota, una nota apenas pintoresca del folclore de la ciudad, y así, un libro sobre la extinción de los tranvías se hallaba muy lejos de representar un desafío para el orden de nuestras costumbres. Ni en broma habríamos cambiado la lectura de Pitirim A. Sorokin -“La Crisis de Nuestra Era”- por las más de 700 páginas de escritura “naive” de “Los Viejos Tranvías…”.
El entusiasmo de Lira por escribir su obra, lo llevó a autogestionar la misma, a un costo de un millón de pesos de la época, con ¿mil, mil quinientos, dos mil ejemplares? rápidamente agotados, y que en palabras de Filebo, por el soporte graciosamente primitivo en que hacía descansar el ángulo de su visión, adquirió, junto con “Las antenas del destino” de Violeta Quevedo, el doble rango de documental sociológico y de joya o lujo naif, cuyos ejemplares ya era muy difícil de encontrar en los negocios de libros usados en la década de los ochenta. Solamente se extraña en su obra, el no haberla concluido una vez que circuló por Santiago el último tranvía estatal el año 1959. Queda en todo caso, como premio de consuelo, el artículo que el mismo Lira escribió en la recordada revista En Viaje de los Ferrocarriles del Estado el año 1958, titulado “Los tranvías se van”.
Ramón Lira Lira moriría el año 1980, producto de un infarto, y la anhelada reedición de su obra nunca llegaría. Sin embargo “Los viejos tranvías se van” se ha erigido con el tiempo junto con “Los tranvías de Chile” de Allen Morrison, y “El Estado sobre ruedas” de Castillo, Mardones y Vila, en los pilares para el estudio de los tranvías en Chile, cada uno desde su propia trinchera, y en el caso de Lira, desde la del ciudadano a pie.
El año 2017, en el marco del proyecto tranvía histórico de Santiago, dimos con una edición de este libro, la que compartiremos diariamente en estos difíciles momentos con ustedes como corolario de este breve homenaje a la obra de Lira, a fin de cumplir con su ansiado deseo de perpetuar la historia de los carros en nuestra ciudad.
Secciones:
Los viejos tranvías se van (1-25)
Los viejos tranvías se van (26-50)
Los viejos tranvías se van (51-75)
Los viejos tranvías se van (76-100)
Los viejos tranvías se van (101-125)
Los viejos tranvías se van (126-150)
Los viejos tranvías se van (151-175)
Los viejos tranvías se van (176-200)
Los viejos tranvías se van (201-225)
Los viejos tranvías se van (226-250)
Los viejos tranvías se van (251-275)
Los viejos tranvías se van (276-300)
Los viejos tranvías se van (301-325)
Los viejos tranvías se van (326-350)
Los viejos tranvías se van (351-375)
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Fuentes:
Los Viejos Tranvías se van, 1955 (Ramón Lira).
El Estado sobre ruedas, 2017 (Castillo, Mardones, Vila).
Los Viejos Tranvías, 1998 (Filebo)
Cotapos 1159, 1980 (Filebo)
Tranvías con imperial, 1985 (Filebo)
Carta de Ramón Lira a Joaquín Edwards Bello, 1959
Los tranvías se van, 1958 (Revista En Viaje).